Ver a mi padre
desnutrido, débil, se estaba volviendo loco. Me dejó un trauma de por vida. Yo
conseguí escapar de aquel infierno, él no. Él se quedó allí para siempre, ni
siquiera lo pude ver en los últimos días de su vida. Mi madre, que no era
judía, nos abandonó, nos dejó a nuestra suerte para irse con los “suyos”, los
de su raza. Mi padre no consiguió olvidarla, se fue sin volver a verla y eso,
seguramente, era una de las causas de su debilidad. Perdió la esperanza el
primer día de llegar a ese horrible lugar, si hubiera querido seguir viviendo
habría escapado conmigo y con los demás. Esta es la única imagen que conservo
de él. Cada vez que la veo me acuerdo de él y de todas aquellas personas que
sufrieron esa gran injusticia. La de morir por ser judíos.
Andrea Arruñada
Dorado 3ºESO
No hay comentarios:
Publicar un comentario