viernes, 27 de enero de 2012



Ver a mi padre desnutrido, débil, se estaba volviendo loco. Me dejó un trauma de por vida. Yo conseguí escapar de aquel infierno, él no. Él se quedó allí para siempre, ni siquiera lo pude ver en los últimos días de su vida. Mi madre, que no era judía, nos abandonó, nos dejó a nuestra suerte para irse con los “suyos”, los de su raza. Mi padre no consiguió olvidarla, se fue sin volver a verla y eso, seguramente, era una de las causas de su debilidad. Perdió la esperanza el primer día de llegar a ese horrible lugar, si hubiera querido seguir viviendo habría escapado conmigo y con los demás. Esta es la única imagen que conservo de él. Cada vez que la veo me acuerdo de él y de todas aquellas personas que sufrieron esa gran injusticia. La de morir por ser judíos.

Andrea Arruñada Dorado 3ºESO

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