Recuerdo
el 7 de agosto como si fuera ayer. Todos nosotros reunidos en aquella plaza
mientras aquellos dos pobres e indefensos hombres eran maltratados y asesinados
ante nuestros ojos. Las familias de ambos estaban destrozadas observando
aquella injusticia. Los nazis decían que
esperaban que eso nos sirviera de ejemplo para todos aquellos que se revelaran.
Después de que acabaran con la vida de aquellos dos indefensos y pobres hombres
vinieron a por todos nosotros. Aquellos minutos me parecieron eternos. Los
nazis me perseguían y pegaban y yo intentaba escapar. Levantaba la cabeza y lo
único que veían era sangre y armas, banderas nazis y aquellos dos pobres jueces
ahorcados. Los nazis se reían mientras nos perseguían y atacaban con sus armas.
Yo intentaba escapar y encontrar a mi padre pero no lo veía. El miedo se
apoderaba de mí y no sabía que hacer. Tenía ganas de llorar pero no podía porque
tenía que escapar de los nazis. Aquel día, 402 judíos fueron asesinados, entre
ellos mi padre. Yo por suerte me salvé pero ese no fue el final de aquella gran
injusticia. Al día siguiente…
Óscar Iglesias Fernández 3º ESO
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