jueves, 26 de enero de 2012




Recuerdo el 7 de agosto como si fuera ayer. Todos nosotros reunidos en aquella plaza mientras aquellos dos pobres e indefensos hombres eran maltratados y asesinados ante nuestros ojos. Las familias de ambos estaban destrozadas observando aquella injusticia. Los  nazis decían que esperaban que eso nos sirviera de ejemplo para todos aquellos que se revelaran. Después de que acabaran con la vida de aquellos dos indefensos y pobres hombres vinieron a por todos nosotros. Aquellos minutos me parecieron eternos. Los nazis me perseguían y pegaban y yo intentaba escapar. Levantaba la cabeza y lo único que veían era sangre y armas, banderas nazis y aquellos dos pobres jueces ahorcados. Los nazis se reían mientras nos perseguían y atacaban con sus armas. Yo intentaba escapar y encontrar a mi padre pero no lo veía. El miedo se apoderaba de mí y no sabía que hacer. Tenía ganas de llorar pero no podía porque tenía que escapar de los nazis. Aquel día, 402 judíos fueron asesinados, entre ellos mi padre. Yo por suerte me salvé pero ese no fue el final de aquella gran injusticia. Al día siguiente…

Óscar Iglesias Fernández 3º ESO

No hay comentarios:

Publicar un comentario