Julio de 1941. Entre 2430 y 2590 judíos fueron deportados en tren a Calarasi vigilados por tropas alemanas y rumanas.
Durante los cinco días que duró el trayecto más de 1.400 judíos murieron por deshidratación, golpes y el calor que imperaba en los vagones.
Su ignorancia les hacía pensar que al subir al tren su libertad estaba próxima, pero más bien era todo lo contrario, les esperaba una etapa de gran sufrimiento y lucha contra la muerte.
Algunos sabían que iban a un sitio peor donde lo más probable es que duraran poco tiempo con vida, pero tampoco se opusieron, pues no tenían nada que hacer frente al poder de los nazis.
Los pocos supervivientes se aferraban a la vida mientras los generales nazis gritaban “¡AGTUM!”, “¡AGTUM!” (Atención en alemán) para guiarles a sus nuevos aposentos, si así se podían llamar.
El temor se respiraba en el ambiente y el cansancio y el hambre ya hacían mella en las personas supervivientes que arrastrándose por el suelo pedían clemencia a los generales nazis.
Otros aprovechaban el momento para descansar un poco, ya que no podían hacerlo muy a menudo o para charlar con amigos y familia sabiendo que no faltaría mucho para que no se volviesen a ver más.
Probablemente no faltaría mucho para que los fusilaran por hacer mal un trabajo o por desobedecer, o para que mataran en las cámaras de gas a niños, mujeres y ancianos, porque según ellos no servían para trabajar.
Muchos pensareis que había alguna forma de escapar, pero poneros en su lugar, ¿qué haríais? Era una situación muy complicada: en cuanto intentaras escapar lo más probable sería que te vieran y te fusilaran.
Por eso debemos luchar por la justicia y no dejar que gente como aquellos impresentables se apoderen y dominen a otras personas, un mundo justo es posible y, aunque estamos rodeados de guerras y conflictos, juntos podemos lograr que la paz reine.
Fernando García Pérez
Fernando García Pérez
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