He perdido la noción del tiempo, cuánto hace que estamos aquí días, semanas, meses, quizá años, nadie lo sabe y tampoco parece importar mucho.
Ya no sé que contarles a los niños, cuando ni yo misma se lo que está pasando.
Les digo que todo esto es un juego, que volveremos a casa, que dormirán en sus camas, que comerán comida caliente y que no pasará nada malo. Yo rezo todos los días para que esto acabe, que esta pesadilla llegue a su fin y que podamos volver todos juntos a nuestro hogar. Los días son duros, pero son peor las noches, cuando tenemos que volver a nuestro barracón. Hace mucho frío y apenas tenemos con que cobijarnos. Al día siguiente lo que nos toca es ver si todos hemos sobrevivido. Estoy muy débil, han bajado la ración de comida, ya sólo me dan un mendrugo de pan para cinco que somos .Yo ya ni como.
Tengo mucho miedo. He visto como les quitaban sus hijos a unas madres y luego los metían a todos en un camión no nos dicen ni adónde se los llevan ni que hacen con ellos, no quiero que eso me suceda a mí.
Hoy nos han hecho levantarnos muy temprano, más de lo habitual. Nadie sabe qué ocurre, pero todos están muy nerviosos. Nos han sacado del barracón y nos han mandado formar filas. Un militar de las SS nos está examinando, no entiendo por qué. No estoy muy preocupada, es lo mismo que hicieron cuando llegamos al campo, quizá es porque ahora nos vamos, quizá todo esto haya terminado. De momento me han mandado con los niños a un edificio, puede que este sea el fin de nuestra estancia en este campo, puede que por fin seamos libres. Puede...
Sonia Suárez Loza
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