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Éramos muchas familias a las que nos habían prometido lo mismo, un lugar digno donde vivir y trabajar mejor que en nuestra ciudad y en nuestra casa, un lugar en donde nuestros descendientes iban a crecer sanos y muy bien educados, un lugar en el que la comida era ejemplar, un lugar mucho mejor que el paraíso.
Solo podíamos llevar una pequeña maleta con muy poco equipaje puesto que la vida en ese sitio era ejemplar y no nos hacía falta muchas cosas para la supervivencia y que todo lo que necesitásemos iba a ser aportado por aquellas personas.
Fuimos llevados a unos grandes trenes, mi familia estaba muy contenta ya que el lugar donde habíamos sido enviados era mucho mejor que el paraíso, yo en cambio no estaba tan convenida, me parecía raro que nos llevaran a un sitio tan increíble como el que ellos decían.
Antes de subirnos al tren nos separaron, mi padre y mi hermano mayor y todos los hombres fueron llevados a un vagón diferente, todas las mujeres y los niños pequeños viajaron juntos en otro vagón, me sentía muy sola y alejada de mis seres queridos aunque estuviera con mi madre y mis dos hermanos pequeños, pues echaba de menos a mi padre y a mi hermano y temía no volver a verlos nunca más.
Fue un viaje muy largo. Cuando llegamos a aquel lugar tan maravilloso, una espesa niebla no nos permitió ver nada de lo que había a nuestro alrededor. Aparecieron unos fuertes y altos hombres acompañados de unos grandes perros muy bien entrenados. Si eso era el paraíso el recibimiento no era muy agradable. Nos pusieron a todas las mujeres juntas en un lado del campo y a todos los hombres en el otro, yo estaba viendo a mi hermano y a mi padre a lo lejos pero los hombres no me dejaron acercarme a ellos.
Los hombres se acercaron al grupo de las mujeres y nos alejaron aun más de nuestras familias, nos mandaron desnudarnos y dejar todas nuestras pertenencias en unas grandes cajas, ellos decían que era para que no se perdieran durante el tiempo que durara el baño.
Caminamos detrás de los hombres y de sus perros, pasamos al lado del grupo de los hombres donde pude ver a mi hermano y a mi padre diciéndonos adiós con la mano, noté que todos los hombres lloraban muy desconsolados. Caminamos hasta llegar a unas grandes cabinas, nos hicieron entrar por una gran puerta de acero, cuando todas estábamos dentro sonó un fuerte ruido y la puerta se cerró, todas las mujeres y los niños se descontrolaron, yo me abracé muy fuerte a mi madre y a mis dos hermanos, solo oía fuertes ruidos y unos tremendos llantos. Mis hermanos, mi madre y yo empezamos a llorar, estábamos todos muy desesperados. Se abrió una tapa del techo y un hombre con una mascarilla vertió un gas verdoso que nos tapó a todos.
Yo, Luciana Madeleine, ¿Por qué iba a merecer este castigo? ¿Por qué la sociedad es tan cruel?
Sara Méndez Ramos 3º ESO
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