Me imagino aquí. Casi me da la impresión de que no conozco otro mundo, rodeada de todo ese ambiente lleno de miedo y destrucción, y parece que el tiempo no ha pasado. Parece que todo ha vuelto, que los niños vuelven a llorar mientras se separan de sus madres, que la gente que no está capacitada para trabajar es elegida por aquellos que se sienten con derecho de decidir quién vivirá o quién morirá.
Miré a mi izquierda y observé detenidamente a Adda, mi mejor amiga, y me sentí agradecida de que al menos nos hubiese tocado en el mismo campo. No temblaba, no daba ni la más mínima impresión de que se sintiese insegura y atemorizada, pero yo la conocía bien; podía ver el miedo llameante en sus ojos. Esa fue la última vez que la vi. Algunas del barracón dicen que se la llevaron a otro campo lejos de Auschwitz, pero es solo un rumor. Otras dicen que se la llevaron a la cámara de gas. Ese rumor fue mucho peor.
Para honrar su memoria y la de todas aquellas personas que murieron allí, me atreveré a decir que Adda, en nuestra lengua, significa hermosa.
Miré a mi izquierda y observé detenidamente a Adda, mi mejor amiga, y me sentí agradecida de que al menos nos hubiese tocado en el mismo campo. No temblaba, no daba ni la más mínima impresión de que se sintiese insegura y atemorizada, pero yo la conocía bien; podía ver el miedo llameante en sus ojos. Esa fue la última vez que la vi. Algunas del barracón dicen que se la llevaron a otro campo lejos de Auschwitz, pero es solo un rumor. Otras dicen que se la llevaron a la cámara de gas. Ese rumor fue mucho peor.
Para honrar su memoria y la de todas aquellas personas que murieron allí, me atreveré a decir que Adda, en nuestra lengua, significa hermosa.
Beatriz Fernández Peláez
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